miércoles, 13 de junio de 2012


Cuando el enojo pasa,
Y la frustración se acuesta a dormir un rato.
Cuando creo entender algunos sucesos nuestros,
Y te apareces con todo tu perfume, con tus ojos de mejor mirar.
Cuando te veo desde un escaloncito más abajo,
Y suspiro entre tantas ganas de acercarme.
Cuando mis palabras hablan sin pedir permiso,
Y no tienen que ver con lo que quiero que digan.
Cuando mi boca dice que fue lindo verte,
Y adentro soy todo un nudo de vos.
Cuando cambio un llanto por un enojo,
Y palabras por una nausea.
Cuando mi mano se estira para acercarte,
Y siento el alma lejos en algún pasado.
Cuando me reconozco tan triste que me compadezco,
Y pienso en vos como todo un abrazo.
Cuando no tengo más que amor para darte,
Y aprendimos que eso no nos sirve,
Lo único que espero es que me beses los ojos y saques del sueño*


No encuentro otra forma que escribirte, una carta más. 
No hay mayor sinceridad para nosotros, que la idea de una carta que no llega. Y sigo hablando de nosotros, porque sabemos que sería absurdo decir que eso, desaparece. Pensar que no existe un “nuestro” más allá de vos y yo. Como siempre sostuvimos... somos tres.
Bajo un poco la cabeza para que las ideas caigan y las lágrimas me dejen ver. Con un vacío lleno de cosas y huecos llenos de vacíos e ideas.
Te me aparecés, aunque no lo sepas.
En momentos perturbadoramente sorpresivos, asoma algún recuerdo que no tenía, mostrándome algo que no sabía que viví.
Esa melodía que no paro de escuchar una y otra vez, fluye perfectamente con una parte mía, que te llama desde algún lado donde no estoy.
Porque estoy triste de vos, llena de yo, irreconociblemente experta en esta ausencia.
Putas palabras que no saben escribir el temblor de mi nuca y lo desprotegida que me siento cuando no encuentro forma de abrazarme adentro.
En medio del sueño, te siento llegar, mi mano se abre y mis dedos se acomodan generosamente a los tuyos. Se me fue craquelando el alma de no tenerte. Entre dormida y distraída puedo oír que no estás conmigo.*

Cuando estoy enojada, o enferma. Cuando no encuentro como consolarme sin tus manos en mi espalda, te escribo y lloro.
Las lágrimas corren, sin angustia, en un llanto automático hasta que separo las manos del teclado.
Y no dejo de preguntarme si me esperaste hoy, y de qué forma, con qué ropa o anhelos, con qué sustos y alegrías.
Me preocupa que separarnos se haya llevado un poco de mí. Algo quedó allá, abrazado a tu sombra, lejos mío y tuyo. Como si fuera normal, voy por la vida sin reflejitos de sol en la mirada.
Ya convertida en esta mujer que soy, grande y oscura, en mi mejor peor momento, necesitándote tanto y menos que nunca antes. Siendo sola y tuya, como siempre.
Me obligo a tocar fondo, por tocar algo con los pies. Estiro los dedos buscando apoyo, para poder construir algo desde acá abajo, propio, para poder seguir, y no vivir en un mientras tanto, aunque sea solo por sentir sin mucho sentido.
Mañana va a ser otro día, pero lejos tuyo de todas formas*